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Crear un ambiente seguro, saludable y enriquecedor es clave para el desarrollo infantil. Sin embargo, igual de crucial es que los padres y cuidadores comprendan cómo gestionar los desafíos propios de los periodos de crecimiento acelerado.
El reto de la regulación emocional
Uno de los mayores desafíos para los adultos es mantener la calma durante las fases más intensas. Es común que los niños presenten:
Estas conductas no son caprichos ni manipulaciones, sino manifestaciones de un cerebro en plena reorganización neuronal.
Caso práctico: El sueño de Júlia
Mariana, madre de una niña de 18 meses, enfrentaba noches interrumpidas: Júlia despertaba llorando, exigiendo su presencia. La situación se intensificó al cumplir el año y medio.
Tras consultar al especialista, comprendió que su hija experimentaba:
Solución adaptativa: En lugar de forzar la independencia del sueño, Mariana:
✓ Incrementó el contacto físico durante el día
✓ Implementó una rutina nocturna predecible
✓ Respondió con calma a los despertares
El juego es fundamental para el desarrollo cognitivo, emocional y motriz del niño. Durante los saltos evolutivos, es esencial que los padres ofrezcan actividades estimulantes adecuadas a la edad y etapa del pequeño.
Por ejemplo, los niños de 1 a 2 años, que están perfeccionando su motricidad y desarrollando el lenguaje pueden beneficiarse de juegos como:
Entre los 3 y 5 años, las actividades pueden ser más complejas:
Es crucial que los padres participen en estas actividades, animando al niño desde el respeto a sus ritmos e intereses. Un entorno enriquecido con estímulos positivos contribuye significativamente a un desarrollo saludable.
El desarrollo emocional del niño es tan crucial como su evolución física y cognitiva. Durante los saltos, es común que los pequeños busquen mayor proximidad con sus padres o cuidadores, especialmente en fases de inseguridad o temor.
Casos como el de Ana y su hijo Pedro, de 3 años, ilustran este proceso. Pedro, usualmente sociable y calmado, comenzó a manifestar miedo a la soledad y una dependencia inusual hacia su madre.
Ana notó que este patrón coincidía con periodos donde Pedro dominaba nuevas competencias: desde articular frases completas hasta ejecutar movimientos motrices más sofisticados.
Ana comprendió que esa inseguridad transitoria era una reacción natural al desgaste cognitivo que implicaba aprender. Al brindarle contención afectiva y paciencia durante sus episodios de vulnerabilidad, no solo ayudó a Pedro a superar esos desafíos, sino que fortaleció su autoconfianza.
Claves para ofrecer seguridad emocional:
El cerebro infantil prioriza el aprendizaje cuando se siente protegido.”
Crear un entorno saludable para el desarrollo infantil incluye también el autocuidado. Es frecuente que padres y cuidadores experimenten agotamiento, sobre todo durante las fases más demandantes de cambios conductuales.
Establecer pausas para descansar, buscar apoyo en la red familiar o social y, cuando sea necesario, consultar a especialistas en salud mental, son prácticas esenciales para preservar el bienestar familiar.
La crianza es un camino desafiante pero profundamente gratificante. Comprender los saltos y aprender a acompañarlos adecuadamente puede hacer este viaje más llevadero y enriquecedor para todos.